El Somriure

Si para mí las palabras siempre son ariscas, cuando hay que hablar del movimiento, esta vez -como en un juego de encajes imposibles- aún lo son más.

Las palabras no están hechas para hablar del movimiento: me resultan poco precisas, arbitrarias, y aun cuando sería bonito explicar con ellas lo que sucede, no se lograría, porque lo que sucede expresado en palabras es enrevesado o convierte en irrelevante el pensamiento que hay detrás del movimiento.

Por esta razón, a El Somriure, que es un juego que busca la complicidad del espectador (en realidad, como cualquier cosa que compartimos con los demás), no quiero ponerle palabras. Citaré unos fragmentos que reflejan pensamientos sobre los que trata esta danza:

Sería interesante comprobar que resultaría del recorrido al revés: nacer entre polvo y gusanos, crecer desde la vejez hasta la juventud, llegar llenos de experiencia a la infancia y obtener, al fin, el cálido descanso del útero materno.

(Recorrido inverso)
Rafel Argullol, El caçador d’instants.
(El cazador de instantes)

Cuando nos adentramos en el laberinto del futuro ya sabemos que siempre hay un minotauro esperando. Pero eso no justifica el miedo al futuro, sino la necesidad de haber conseguido la complicidad de una Ariadna.

(El Minotauro espera)
Rafel Argullol, El caçador d’instants.
(El cazador de instantes)

Pongo un pie delante del otro. Pongo una palabra delante de otra, y por cada paso que doy añado otra palabra, como si por cada palabra que yo dijera, fuera a cruzar otro espacio, una distancia que mi cuerpo ha de llenar al moverse por el espacio. Es un viaje a través del espacio, aun si no llego a ningún sitio, aun si termino en el mismo lugar en el que comencé. Es un viaje a través del espacio, como si entrara y saliera de muchas ciudades, como si cruzara desiertos o el borde de un océano imaginario, donde cada pensamiento naufraga en las impiadosas olas de lo real.

Paul Auster, White Spaces
(Espacios blancos)

Dirección y coreografia Àngels Margarit
Creado con los bailarines Eneko Alcaraz
Vera Bilbija
Nerea Egurrola
Isabel López
Joan Palau
Guillermo Weickert
Música original Joan Saura
Excepto fragmento de David Krakauer, editado por Tzadik Records
Espacio escénico Llorenç Corbella
Àngels Margarit
Vídeo Núria Font
Iluminación Maria Domènech
Vestuario Antònia Marquès
Ariadna Papio
Asistente coreografía Joan Palau
Asistente ensayos Fàtima Campos
Profesores compañía Àngels Margarit
Joan Palau
Txiki Berraondo
Equipo técnico Ernesto Fois
Marc Ases
Alex Malaret
Contabilidad MªAngeles Albarran
Promoción Gemma Beltran
Producción Teresa Carranza
Coordinación y administración de MUDANCES Montserrat Llabrés

El Somriure es una coproducción de Àngels Margarit / CIA. MUDANCES, delFestival d’Estiu GREC 2001, Barcelona y de Luzerntanz – LuzernerTheater(Luzern, Suiza),

con la colaboración de C.C.N. de FRANCHE-COMTÉ à Belfort, dans le cadre de l’accueil/studio, Ministère de la Culture et de la Communication (Belfort, Francia), ITÁLICA – Festival Internacional de Danza (Sevilla), COPEC(Barcelona) y AFFA (Francia).

Lugar y fecha del estreno

Luzerntanz – LuzernerTheater, Luzerna (Suiza)
24 de mayo de 2001


Flickr Album Gallery Powered By: WP Frank



Während weit hallende Klänge dem Raum eine meditative Atmosphären geben, scheinene die Tanzenden jede Bewegung auszukosten. Sie spielen mit der Schwerkraft und der Bewegungsvielfalt des Körpers, indem sie einzelne Schritte ausdehnen. Im gegenseitigen Kontakt übergeben die Tanzenden sich gegenseitig ihr Gewicht, um daraus einen Dialog der Körtper zu gestalten. Sie durchmessen den Raum wie eine lichtdurchflutete, unbekannte Zeitzone.
Eine Geschichte erzählt die spanische Choreografin in “El Somriure” nicht. Vielmehr Kreiert sie Räume von Zeit und Atmosphären, von inneren Impulsen und ausseren Bildern. Dabei benützt sie das Vokabular des zeitgenössischen Tanzes und der Kontaktimprovisation, aber auch Videobilder und Rauminstallationen, die unterschiedliche Settings für den Tanz schaffen.
Vor allem zu Beginn des Stücks wirkt das wunderbar weiträumig und transparent. Jede Bewegung der Tanzenden uns der Raum, den sie ausloten, scheinen zu atmen. Als würden sie sich in Wasser bewegen, löst jede Bewegung eine Vibration aus, die ihr Echo in einer andern Bewegung findet.
Der Raum zwischen den Tanzenden wird auf diese Weise zu einem Kommunikationsträger, der jede Bewegung subtil zu beeinflussen scheint. Allmählich kommen Rauminstallationen ins Spiel. Die Tanzenden richten Wände auf, um diesen entlangzugleiten. Würfel werden zu Mauern oder zu Liegeflächen.
Das Faszinierende von “El Somriure” ist, wie sich Raum und Tanz verzahnen und kontinuierlich verändern, als folgten sie einem unbekannten Fluss der Zeeit.
…Das Publikum war von Angels Margarits “El Somriure” begeistert; der Applaus war so enthusiastisch, wie es bei Tanzpremieren in Luzern höchst selten vorkommt.

Eva Bucher, Neue Luzerner Zeitung, Lucerna (Suiza), 26 Mayo 2001

Hay momentos hermosos en esta dificilísima coreografía, en la que los bailarines no tienen ni un minuto de reposo, entre cada moviemiento, tan sólo el que disponen cuando el laberinto se convierte en un todo virtual, gracias al vídeo que se proyecta en cada uno de los cubos de un muro laberíntico, que los danzantes hacen y deshacen. Guillermo Weickert, el sevillano, la gran satisfacción de la noche por su enorme calidad, junto a sus colegas de elenco.

Marta Carrasco, ABC, Sevilla (España), 28 Junio 2001

La idea del laberinto como multiplicidad de vías que se entrecruzan y que conducen todas ellas hacia un incierto futuro, ha dado lugar a una hermosa propuesta, llena de conceptos pero, sobre todo, de moviemiento. De un movimiento suave y tamizado y al mismo tiempo, inexorable. No hay nada inmutable en el escenario, como no lo hay en la vida: ni los muros de hormigón, ni las torres más altas ni las paredes obstaculizan el proceso de continua transformación del ser humano.
…Porque es eso lo que queda, la amabilidad exenta de frivolidad que recorre una pieza en la que nada está dejado al azar, en la que todo –las luces, la apertura del escenario, el proceso hacia el color, el encuentro entre los cuerpos– obedece a la sensibilidad de una Àngels Margarit cuyo cuerpo, expresivo y personal, se echa de menos sin que por ello queramos restarle méritos al notable y homogéneo grupo de bailarines que la xoreógrafa ha conseguido conjuntar en el escenario.

Rosalía Gómez, Diario de Sevilla, Sevilla (España), Junio 2001

Alors ce duo de grues cendrées oùles «garçons» se font oiseaux énamourés pour ce pas de deux qui semble n’être presque plus de la danse, tant elle en est l’hallucinante quintessence. C’est avec des rien qu’elle fait un décor mouvant émouvant. Dans les briques d’un mur des lamentations s’ouvrent des passages et des brèches, ces briques se font colonne dorique au faite de laquelle le philosophe enseigne, ou le lit et les pièces en mouvement du rêve puzzle de la jeune femme endormie, incarnation d’un fragment de sa peau, ici ou là fugitivement dévoilé. Elles deviennent loukoums géants poissant le danseur qui tente d’y prendre appuis, labyrinthe où se cherchent les danseurs, scène dressé pour une danse plus proche du nouveau cirque que du ballet classique. Ce sont encore des panneaux de bois qui se font labyrinthes en mouvement articulés avec une précision diabolique par les danseurs eux mêmes.
Les danseurs –et quels danseurs!- se font mimes comédiens ou acrobates, sans qu’il n’y paraisse. Parfois c’est du théâtre d’images, ou proche du nouveau cirque, mais c’est toujours de la danse. Une danse sensuelle, subtile, où les corps sans presque se toucher entrent l’un dans l’espace de l’autre, mettant ces espaces en mouvement.
L’univers de Margarit est paisible et précis, lent et posé. Fin et drôle. Jamais elle cherche à impressioner. Juste à dire dans son langage à elle que se passe de mots. Sauf à conclure : la condition du vivant c’est le Minotaure. La condition de la jeunesse c’est la vieillesse, la condition de la vie c’est la mort. La vie n’est qu’un désordre passager dans l’ordre minéral.

Jean Barak, La Marseillaise, Marsella (Francia), 25 Julio 2001

Hipnótica. Cíclica. Fascinante. Real y, al unísono, virtual, El Somriure (La Sonrisa) vuelca toda la vitalidad creadora de Àngels Margarit en el escenario y aunque la pieza registra su lenguaje certero, preciso, ya perfectamente reconocido (y reconocible), supone un avance en sus incesantes búsquedas. Los materiales de Peces Mentideres (2000), su último solo, se ensanchan y pluralizan en esta pieza, secuela de notable elegancia y austera belleza en la que seis bailarines parecen luchar para robar y traer hasta sus cuerpos los movimientos del otro. Seis bellos intérpretes en perfecta sintonía y sincronía, que asumen el reto que la coreógrafa coloca ante sus cuerpos solícitos. El plácido inicio, excitante juego de inercia-acción, no parece anunciar los estallidos por venir. Y es que, a través del crescendo de la obra, ese timingsiempre ascendente, Margarit consigue ganarse la concentración del que mira y, desde allí, conducirle por los caminos de su universo sensorial. Para ella, el espacio no es estático y nos lo vende como un ente en perenne transformación….
Clímax y anti-clímax se van sucediendo con fluidez, con naturalidad. Pieza fácil de ver y acceder, esconde grandes complicaciones en el hacer. Su cálculo milimétrico y su ritmo ascendente doblega las capacidades corporales de los danzantes, que deben realizar con tino y pericia acrobacias casi circenses, aunque nada más lejano de la estética del circo que la de El Somriure. Lo curioso es que, aunque desde la butaca se sea consciente de la dificultades que supone para el cuerpo lo que hacen estos seis diestros bailarines, da la impresión que no les cuesta ningún trabajo hacerlo, que les sale natural y sin aparentes complicaciones, como a cualquiera de nosotros extender el brazo para coger el teléfono que suena. Ahí reside buena parte de la magia.
La potencia visual en Àngels Margarit es capítulo aparte.

Omar Khan, Por la Danza, Madrid (España), Julio 2002